lunes, 23 de enero de 2012

Uno es más que los alimentos que come: el cuarto nutriente

Introducción

Las semillas de consciencia deben entenderse como principios de consciencia que si son alentados crecerán y darán sus frutos. El "almacén" es en donde todas estas semillas se encuentran (una mirada psicoanalítica de ésta cuestión, podría decir que el almacén tiene algunas similitudes con el inconsciente).

Luego de procurar explicar cada una de éstas cuestiones y su relación global con la consciencia propiamente dicha (evitando caer en tecnicismos propios del Mindfulness, la psicología y las neurociencias), comentaremos sobre los beneficios que a ésta parte, podría llegar a traer la práctica de Mindfulness. 


Semillas de consciencia

Cada día nuestros pensamientos, palabras y acciones, fluyen al mar de la consciencia. Las sensaciones de nuestros sentidos alimentan constantemente nuestra consciencia. Las huellas de todas nuestras experiencias y percepciones se almacenan como semillas en el nivel más profundo de la mente, llamado “La reserva de la consciencia”.
También hay semillas que contienen las energías de las costumbres heredadas de nuestros antepasados y que influyen en nuestra forma de mirar, sentir y pensar. Mientras están en la reserva de la consciencia, se mantienen aletargadas. Pero al ser  regadas, estas semillas tienen la capacidad de manifestarse en nuestras vidas diarias como energías plenamente desarrolladas.
Si sembramos una semilla de flor en primavera, en el verano la planta habrá madurado y dará flores; de esas flores nacen nuevas semillas y el ciclo continúa. De modo similar, las semillas de la compasión, el gozo y la esperanza; pueden germinar en el campo de nuestra mente. Las semillas que germinan crecen en el nivel superior de la mente, llamado  “consciencia mental”.

La consciencia mental

La consciencia mental –nuestra consciencia cotidiana- debería ser como un jardinero que atiende al jardín con atención plena, la reserva de la consciencia. El jardinero sólo tiene que cultivar la tierra regar las semillas, y el jardín nutrirá las semillas, que darán –posteriormente- sus frutos.
 

Nuestra mente es la base de todos nuestros actos, tanto si son actos del cuerpo, del discurso o de la mente, como por ejemplo el pensamiento. Aquello que pensamos, decimos o hacemos surge de nuestra mente. Lo que nuestra consciencia consume se convierte en la sustancia de nuestra vida, por lo que hemos de ser muy cuidadosos con los nutrientes que ingerimos.




Al describir el segundo nutriente, hablábamos de las impresiones sensoriales y la necesidad de vigilar nuestros sentidos. A veces, nuestros sentidos se conciben como puertas  porque todos los objetos de nuestra percepción ingresan en nuestra consciencia a través del contacto sensorial con ellos. La consciencia mental, el jardinero, a de ser un atento guardián de las puertas de nuestros sentidos y elegir cuidadosamente las impresiones que dejará entrar. La consciencia mental también debe reconocer e identificar las semillas saludables en la reserva de la consciencia, practicar día a día, noche a noche, para cuidar de ellas y regar esas semillas beneficiosas y ayudarlas a crecer, así como evitar que las semillas negativas sean alimentadas. La atención plena o Mindfulness es el modo de hacerlo, de nutrir nuestra consciencia correctamente.

Formación de la consciencia

Según la psicología oriental, cuando una semilla se alza desde la reserva de la consciencia a la consciencia mental, se transforma en una formación mental. Una formación es un término técnico que designa algo  que se manifiesta a partir de una serie de condiciones, un compuesto de diferentes elementos o atributos que se unen cuando las condiciones están maduras. Una flor, es –por ejemplo- una formación  física de muchos elementos: Semilla, lluvia, luz del sol, tierra, aire, espacio, tiempo, etc. Cuando estos elementos se unen bajo las condiciones adecuadas, se manifiesta la flor.

El cuarto nutriente

En lo que respecta al cuarto nutriente –la consciencia- no estamos hablando de formaciones físicas que forman el alimento de nuestra consciencia, si no, de formaciones mentales, que son el alimento de otros aspectos de nuestro ser.
El miedo –por ejemplo- es una formación mental.
Está compuesto por muchos elementos mentales y emocionales: Ansiedad, dudas, inseguridad, percepciones erróneas e ignorancia. La desesperación, la ira, el amor y la atención plena son otros ejemplos de formaciones mentales. Se trata de meros símbolos o nombres que utilizamos para describir la experiencia que resulta de la interacción entre los órganos de nuestro sentidos y los objetos percibidos, que origina todo tipo de estados mentales, incluyendo respuestas a pensamientos, sentimientos, percepciones, traumas mentales y recuerdos.

Manifestando nuestras semillas

Cuando una semilla se manifiesta en nuestras consciencias, la absorbemos como alimento en nuestra mente (el cuarto nutriente). Cuanto más nos alimentamos de odio, más crecerá éste. Toda semilla, perjudicial o beneficiosa, que tiene la oportunidad de manifestarse como formación mental en el nivel de la mente, se refuerza en sus raíces en la reserva de la consciencia. Por lo tanto, debemos aprender a nutrir las semillas beneficiosas y aplacar las nocivas mediante el Mindfulness, porque al regresar a la reserva de la consciencia, se hacen más fuertes a pesar de su naturaleza.
Al principio del entrenamiento, cuando veamos nuestra consciencia, nos dará la impresión que es un jardín muy descuidado, en el que las hierbas indómitas y salvajes, han crecido intensamente. No obstante, con amor (y especialmente con mucho sentido del humor) podremos ir regando las semillas de las "flores" y limitar sin esfuerzo las malezas que se quieran podar.
Es una aventura, que termina siendo muy divertida, la de ser guardián de nuestro "jardín mental".

Mindfulness nos ayuda a conocernos

Un viejo indio estaba hablando
con su nieto. Le decía:
- Me siento como si tuviera dos lobos
peleando en mi corazón.Uno de los dos es
un lobo enojado, violento y vengador.
El otro está lleno de amor y compasión.
El nieto preguntó:
- Abuelo, dime, ¿Cuál de los dos
lobos ganará la pelea en tu corazón?
El abuelo contestó:
- Aquel que yo alimente.
Sólo observando profundamente la naturaleza de nuestro sufrimiento, podemos descubrir sus causas e identificar los nutrientes que los han hecho aparecer.



Tras practicar Mindfulness por un tiempo, veremos que la transformación siempre tiene lugar en las profundidades de nuestra consciencia, nuestra reserva de la consciencia es el soporte, la base de nuestra mente. Si sabemos cómo reconocer y admitir la presencia de la formación mental, acogerla, apaciguarla y observarla intensamente, ganaremos en conocimiento. Este conocimiento puede liberarnos y transformar nuestras aflicciones mientras aún son semillas  a fin de que no arraiguen en la consciencia mental.




Mindfulness además de ayudarnos a ponerle coto a las semillas que han crecido por nuestro abandono y descuido, también nos ayudará y nos dará herramientas y fuerzas, para cultivar y desarrollar las semillas de la paz interior, la compasión, el altruismo, el amor, la sabiduría, la ecuanimidad, en definitiva el sosiego y la felicidad a la que todos los seres humanos aspiramos.
 
Las semillas de Mindfulness están en nuestra reserva. Tenemos sus semillas en forma natural (cada tradición espiritual la llama de distintas maneras, pero lo importante, es que ahí están y se pueden germinar con un poco de práctica y esfuerzo), están allí, no necesitamos meter nada nuevo.
Hay que detenerse y observar.
Si las regamos a menudo, crecerán más robustas y nos darán profusos frutos. Puesto que todas las semillas comparten una naturaleza interdependiente, una poderosa energía de atención plena, podrá ayudarnos a transformar nuestras emociones negativas y a potenciar las positivas.

Tip Mindfulness


Todas las mañanas, como primer acto de voluntad, observa cuál semilla alimentas, y  a consciencia plena -con la total entrega de tu corazón- lleva a cabo algún acto mediante el cual las semillas "mindfulness" puedan recibir nutrientes suficientes, como para que -paulatinamente- puedan ir desarrollándose con plenitud

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